Esta semana estoy muy bajito en muchos aspectos.
Se acerca el juicio por la custodia de mi hija.
Tienes que preparar cierta documentación para “demostrar” que ejerces de padre.
Eso incluye cubrirte las espaldas por lo que pueda presentar la otra parte para desacreditarte.
Así es que acabas enfangándote y tirando de fotos, correos, justificantes…
Es poco menos que de lo más denigrante que tiene que hacer un ser humano como padre y como expareja.
Justificar y demostrar con papeles que haces cosas por y para tu hija.
Ningún juez se va a entretener en mirar esas “pruebas” de que eres un buen padre. ¿No?
Pero. No puedes ir con las manos vacías. Joder. ¿Y si resulta que esta jueza sí que valora que la niña tenga su armario con su ropita?
Pero lo peor es revolver todo el pasado
En esta investigación detectivesca a uno mismo tienes que recopilar emails con discusiones estúpidas acerca de dimes y diretes que te recuerdan lo fácil que es perderse en el rencor.
Evidentemente no somos robots. Bueno. Al menos yo no soy un robot. Y todo esto duele. Te hace dudar. Dudas de si de verdad hiciste absolutamente todo para evitar llegar a este desenlace.
Permitir que una persona extraña sea quien vaya a decidir cuánto tiempo vas a pasar con tu hija.
No poder llegar a acuerdo con la persona con la que te casaste. Con la que quisiste tener hijos y formar una familia. A la que, a pesar de todo, hace apenas una semana le dedicaste medio post. Y os asegurábais que nunca nunca nunca discutiríais por cosas importantes.
Total esas cosas sólo le pasan a otros
Luego sigues repasando los emails y compruebas con amargo alivio que lo intentaste todo. Que, siempre con mucho miedo a perder las “concesiones” que tenías, proponías, preguntabas, suplicabas.
Que como respuesta a todos tus porqués sólo obtenías silencio y algún que otro hashtag vacío. En serio. Hay gente que responde con hastags cuando ruegas poder dormir con tu propia hija. Os lo aseguro.
Y es en esos momentos cuando te entran ganas de parar. De dejar de rebuscar en tu propia basura emocional. De dejarlo pasar y no convertirte en algo que no quieres ser. Mi ética no me permite usar según que cosas, por ahí no voy a pasar. No ando grabando conversaciones. Ni hablando en plan cyborg manipulador por el whatsapp para obtener algo. Pero es que además tampoco me gusta llevar pruebas de ser padre. O documentar trapos sucios que no le interesan a nadie.
Es realmente bochornoso. Indigno.
Y piensas en dejarlo estar.
En confiar en el sentido común.
En que todo el mundo lo verá tan claro como tú.
Y en dejar de mancharte las manos y el alma.
Es en ese momento cuando tienes que agarrarte a algo
Para tomar impulso y seguir. Algo que no te haga ir, como en las semanas de exámenes, veinte veces al frigorífico en una tarde. Algo que te haga plantar el culo y seguir ensuciándote.
Ese algo lo tengo muy claro.
Y son dos recuerdos principalmente.
Uno brutal al menos para mí y positivo y otro negativo.
El positivo
Lo tengo escrito en un post “Hoy me recoge papá”.
A mi hija le encanta estar con su padre. Seguro que no soy el mejor del mundo y me equivocaré millones de veces. Pero a ella le encanta que la lleve y que la recoja de su colegio.
Recordarla cantando en la bici cuando la llevo a comer a casa de los abuelos me da fuerzas para bucear en lo más oscuro de mi bandeja de entrada. Sí. Hay zonas oscuras, os lo puedo asegurar.
Y el otro.
El negativo
El que te hace apretar los dientes, fruncir el ceño y no despegarte de la pantalla.
También lo tengo vomitado en otro post “El peor momento del día”.
No voy a consentir que mi exceso de ética o mis intestinos tomen el control. No puedo permitir que se me pase un papel que pueda ayudar a que mi hija no vuelva a llorar cuando den las siete y veinte de la tarde.
Aprieta los dientes.
Céntrate.
Si alguna vez tuviste que terminar un trabajo que no te gusta, esta es la ocasión.
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