Huelga del día de la mujer

Ha sido una semana dura. Ya sin la huelga hemos llegado como hemos podido al jueves.

Nuestro bebé con fiebre sin poder ir a la guarde nos ha limitado mucho para trabajar estos días. Tambén nos contagió lo que sea y la tos y los mocos han sido nuestro pan de cada día. Nosotros llevamos y recogemos a los niños en el colegio de nueve a dos, así es que las horas de trabajo al día están contadas con los dedos de una mano.

Cuando mi mujer me explicó que iba a hacer huelga y que no sólo era un paro laboral, que era también una huelga de cuidados, empecé a calcular los daños colaterales y tomar medidas. Vale. Los mayores no van al cole, pero Yo llevo a Matilde a la guarde que el pedido tiene que salir para imprenta por la mañana sí o sí. O no llegamos al Bloggers Day de Madresfera.

Hablamos de las 22 horas del miércoles. Los dos niños mayores durmiendo y Matilde, la peque, ya no tiene fiebre y seguro que se duerme pronto. Me visualizaba idílicamente con mi portátil en la cama, con mi mujer al lado contándome cosas y el bebé en la cuna. Terminando a las 00:00 y dejando para la mañana las cuestiones normales de nuestra empresa de hosting.

Pero luego viene la realidad.

Y Matilde es una realidad en sí misma.

A las dos de la mañana Matilde empieza a dar muestras de cansancio y tras engancharse por vigésima vez a la teta se duerme. En ese momento desenfundo el portátil que estaba escondido para evitar que bailara sobre él (reíd, reíd, pero es literal). Me pongo a maquetar carteles de 2,80 x 1m y me doy cuenta de no los tenía tan avanzados como yo pensaba.

El rítmico respirar de mis acompañantes de cama me despierta a las cuatro am con la maquetación casi terminada pero sin poder seguir. Bueno, cuando deje a Matilde en la guardería podré terminar.

Quito mis alarmas diarias de las 7.30, 37, 44 y pongo una a las 8.45. Suficiente para llevar al bebé a la guarde y comprar el pan de molde en la tiendecita de al lado para el desayuno de los mayores.

Horror.

Me he quedado dormido. Son las 9.30 y ya no dejan entrar en la guardería. Me deslizo sigilosamente fuera de la cama no sea que la nitroglicerina despierte y se acabe toda opción de tener cartelería para el MBDAY. Mi esposa se sacrifica a pesar de estar en huelga y se queda cuidando al bebé en la cama.

En el salón me esperan las hordas vikingas. Un niño y una niña de 6 y 9 años gritando en estéreo “tenemos hambre” queremos pan. -“Niños, tenéis cereales y leche, magdalenas y croissants del lidl así es que apañáoslas que tengo que enviar una cosa a imprenta! – Pero cuando termines nos compras pan. Sí, claro.”

A las 11 mi mujer me increpa por Whatsapp que está en huelga y que me encargue de Kuthulu que se ha despertado y está como una moto. Presto y solidario como nunca, le indico que tengo que enviar a imprenta antes de las 12 o nuestra empresa y nuestro sueño naufragará irremediablemente para siempre. Nunca se me ha dado bien el chantaje emocional, pero cuidar de Matilde y trabajar a la vez es imposible. Completamente. Boicoteo su huelga. Hombres.

Los archivos se empeñan en no ser compatibles con el sistema de la imprenta superbarata de la muerte pero totalmente online que había encontrado y mi desesperación rodeado con niños que pasaban de desayunar cualquier cosa que no fuera pan con nutella o tortitas eleva mi tensión arterial por encima de niveles recomendables.

Bueno no es para tanto.

Archivos enviados y niños desayunando tortitas a las 12 de la mañana. Soy un figura. Y mi mujer de huelga. Bueno, de huelga y cuidando de Matilde. Si no, no llegamos. Tenemos a las 14 comida con mi suegro que se empeñó en nacer el día de la mujer. Llaman a la puerta. El amigo Fredy que viene de visita a tomarse una cervecita y ponernos mutuamente al día.

El caos en el salón es bastante notable. Los niños siguen en pijama y para hacerse oír cada uno grita por encima del otro, incluido el bebé. Mi amigo se descojona, mi mujer también, yo sonrío tímidamente mientras por messenger y whatsapp respondo a todos los clientes a los que ayer les dije que tendrían lo suyo pero no lo tienen.

Despedimos al amigo mientras metemos niños quejosos en el coche familiar. Uy. La flor. Paulina tiene un baile de las clases de danza moderna a las 16 y aparte de las mallas, tutú y camiseta, tiene que llevar una flor a juego con el tutú. Cometo el error de preguntar a mi mujer por la flor y su mirada casi me fulmina contra la pared, pero soy rápido y esquivé los rayos láser. Bah. Seguro que en la casa de mi suegro hay una flor de alguna feria. “¿Casa? ¿qué casa? Vamos a un restaurante.”

Parece que hay días que los astros se alinean, y éste era uno de ellos. Ni un chino abierto en todo el camino. ¿Desde cuándo tienen la costumbre de cerrar para comer? Bueno, ya hasta cobran las bolsas, no es lo que era.

Comemos como motos mientras los niños asilvestran a su prima Paula y salimos pitando para el espectáculo de danza. Mi mujer arranca dos pétalos rojos de algún adorno de Navidad de casa y hace el apaño para el tocado de mi hija. Sólo diez minutos tarde. Eva, la madre de una amiguita del baile nos presta lápiz de labios y ojos para maquillar a la peque, porque obviamente era otro detalle que se me había pasado.

La función bien. Habré recorrido unos catorce kilómetros persiguiendo a Matilde por el parque de al lado de la función, pero mientras jadeo pienso ilusamente que así se cansará para esta noche y se dormirá antes de las 2 am. Mi mujer observa desde una incómoda silla del salón de actos cómo subo y bajo escaleras con el bebé. Está en huelga, pero ya queda menos.

17.30 y aún nos da tiempo para tomar un café con el suegro y retomar la celebración por su cumpleaños. Es la parte menos cansada porque cerramos las puertas del salón y el bebé apenas se escapaba fuera. Más conversaciones por whatsapp intentando aumentar el plazo de entrega de peticiones de los clientes, pero es que llevaba sin poder tocar los hosting desde la noche anterior.

19.00 niños empaquetados quejándose porque no quieren irse. Vamos a casa que tenéis que ducharos y cenar todavía. Niños quejándose porque tienen que ducharse.

21:30 Silencio. Sólo Matilde hace ruidos mientras le pongo un puzzle en el ipad para que no arranque aleatoriamente cosas por toda la casa.

En un rato mi mujer se sacrifica y se sube a la cama con el bebé.

Recoger.

Buscar la última serie que me ha pedido para verla luego en la cama.

Mirar si hay algún incendio pendiente de los clientes.

Sueño con la cama.

Con mi portátil para resolver las peticiones pendientes de los clientes de hosting.

“¡Cariño! ¿Por qué no pones en facebook algo referente a lo que ha sido para ti la huelga de mujeres?” ¿Te vale con un post? También.