Lo que te pierdes por miedo

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Alfonso Sánchez Fernández

Desarrollador de Aplicaciones Informáticas. Entre líneas de código, pedaleo, nado y trasteo con placas solares y cacharros tecnológicos. Siempre explorando nuevas formas de optimizar y automatizar.

Cuando empecé mi actual relación de pareja yo era un auténtico gilipollas.

Era de esos que decían “acabo de pasar por una ruptura muy complicada y no quiero nada serio”.

Por supuesto, no quiero nada serio – me repetía – pero quiero meterme dentro de ti, de nuevo.

Como si meterme físicamente dentro de ti fuera no fuera algo íntimo. ¿Cómo es posible que lleguemos a esto?

Lo más sorprendente, es que con esa mentalidad, hubiera conseguido tener relaciones estables, con mujeres que me permitían ser así de gilipollas.

-No tienes que casarte conmigo por ser cariñoso, gilipollas- Alguna frase así me gané, con suficiente motivo.

Aún no entiendo cómo hombres maduros, por edad al menos, podemos llegar a pensar así.

Cómo podemos rebajar el sexo a un simple contador para fardar en un bar. Cómo no podemos darle la importancia que tiene a ese contacto tan humano e íntimo. Cómo, en conclusión, podemos llegar a creer que tener sólo sexo, no es tener nada “serio” con otra persona. Y así, si se acaba, no te va a doler.

Dejadme que os explique.

Si se tiene que acabar se va a acabar.

Si te comportas como un gilipollas, se va a acabar, y antes incluso.

Y te va a doler.

Si no duele cuando se acaba, es que dolía cuando pasaba.

Por muchas copas que te tomes con los amigos.

Por mucho que te digas que eso no era una relación seria y que no la echas de menos.

Por mucho que te repitas que esto era lo que tú querías. ¿No?

Y no sólo te va a doler la pérdida.

En la mayoría de ocasiones, cuando seas capaz de darte cuenta de lo que dejaste de vivir por no implicarte de verdad, te va a doler mucho más.

Si vas de duro.

De esos que dicen “ha estado bien, pero prefiero dormir sólo”.

O de esos otros que usan frases del tipo “yo ya te dije al principio que sólo quería que nos lo pasáramos bien”.

Si sigues así. Te aviso:

Te estás perdiendo la vida.

Te doy permiso:

Para decirle “te quiero” con la boca abierta lo más grande que puedas.

Para bucear al fondo de sus ojos y soñar, despierto, que vives ahí.

¿Que llamarla “pareja” se te hace raro o pronto? ¿Qué no te planteas un futuro con ella? ¿Futuro?

¿Cuánto piensas vivir? Llámala por su nombre. Pasa de etiquetas. Pero trátala bien, joder.

Trátala con la seriedad de la intimidad y de saber que lo que tocas es sagrado.

Yo probablemente seguiría así. Siendo un gilipollas.

Hasta que me chocaron de frente con el espejo y vi lo que proyectaba.

Me hicieron parar, pensar y romperme en trocitos pequeños.

Tenía construido un mundo muy seguro, al menos eso parecía. Muy estable. Porque pasara lo que pasara a mí no me afectaba. Porque en alguna parte escuché que si no me implicaba, no sentiría y así luego no me dolería. Y me lo creí.

A mí me hicieron quitarme las máscaras una a una. No sabes cuánto duele.

Las máscaras no los quitas y ya está. Hay que romperlas. Una a una. Y por cada máscara que rompes tomas consciencia de lo que has hecho y dicho con ella puesta.

Alguien a quien le dije en su día, mirándola a los ojos, que no estaba enamorado de ella, aun deseando volver a dormir con ella una y otra noche más. Ese alguien fue quien me hizo ver qué clase de disparates tenía en mi cabeza.

Mi yo antiguo le advirtió que yo nunca volvería a caer en esa mentira del amor.

Que ese concepto lo genera un cúmulo de drogas cerebrales estúpidas que te hacen perder la razón. Y yo… Yo era más listo que todo eso.

Pero por suerte a ella la escuché.

Empecé a dejar que me hiciera alquimia en invierno. En el Valle del Jerte.

Casa rural de piedra, suelos de madera, chimenea, vino, mucho sexo, o era amor y magia. No sé, ya no lo tengo tan claro.

Cerré los ojos.

Me dejé llevar.

Me quité una a una las máscaras que había coleccionado tras tantos años.

Lloré.

Y otra máscara.

Luego otra.

Hasta que me quedé sin ninguna máscara más que mostrar.

Tomé consciencia de quién era. Y de lo que he estado haciendo.

No es trabajo de un día. El amor es un estado al que se llega con el conocimiento teórico y mucha práctica. Con aprendizajes y desaprendizajes. Y sobre todo con ganas de hacerlo bien.

Es un trabajo de meses.

Hasta acabar tirado en un suelo de madera. Roto. Apenas sin aire y con cara de no creer en nada. Olvida lo aprendido. El suelo se caía. Nada donde apoyarse. Todo era humo.

Yo no sé en qué momento nos aleccionan tan bien para ser gilipollas, pero es un trabajo tan profundo que soltar las máscaras se vuelve complicado.

Pensé en ir pidiendo perdón una a una a las personas a las que traté mal en su día.

No es que no me lo dijeran antes.

Es que no las escuchaba porque tenía aprendido que lo mejor era seguir así.

¿Quién me lo dijo? ¿En qué momento? ¿Cómo pude dejarme embrutecer de esa manera?

Cuando quedas con los amigos de toda la vida. De esos que ya están casados, que ya son padres. Y sólo escuchas hablar de estereotipos de machos. Nada más allá de “mira esa cómo está”. Nada acerca del cuidado a la pareja, a la familia o a los hijos. Nada de si le duele el alma.

Me doy cuenta de que esa es la forma en la que nos comunicamos los hombres. Al menos es útil para sentirse integrado en un grupo en ciertas edades claves. Así puedes pasar el colegio y el instituto sin daños colaterales. Pero ¿por qué tantos hombres nos quedamos ahí?

Curiosamente, si no hay grupo, si vas uno a uno hablando con ellos, puedes hablar con cualquiera de lo que sea y compartirá sus sentimientos. Pero nunca en grupo.

¿Y por qué los sentimientos son propiedad exclusiva de las mujeres?

Yo considero que vivimos en el mundo que nosotros hacemos.

Yo no me conformo.

Yo quiero un mundo mejor para mis hijas.

Con menos gilipollas.

Con menos tíos como era yo.

Y aunque me miren raro cuando tome cañas con los amigos. Seré feminista, sensible o lo que cojones quieran pensar.

Ya no me callo.

Ya no soy lo que se supone que debería ser.

Ahora ya no tengo miedo a ser yo, sin máscaras.

El que soy.

10 respuestas

  1. ¡Esto es escribir desde lo personal, desde lo auténtico, y desde las entrañas más profundas…! Me quito el sombrero ante vos, don Palet. Porque ahora habrá que llamarte de «don»… Que te lo has ganado, subiendo un peldaño; trascendiendo.

    Más hombre, y menos gilipollas. Firmo esa metamorfosis para cualquiera de nosotros, yo el primero. Como efecto colateral, a nuestra sociedad le iría además, bastante mejor…

    Bravo.

    1. Gracias por el comentario.
      Intento ser sincero en todos los aspectos de mi vida.
      Y no podía dejar de escribir acerca del amor y de lo gilipollas que somos por defecto los hombres.
      Yo hablo de mi experiencia personal, pero sé de muchos que siguen por ahí con las máscaras de tipos duros.
      Se vive y se disfruta la mitad así.
      Si al final va a doler por lo menos hacer vivido de verdad.

  2. Guau! Un artículo escrito desde lo más profundo y con mucho que enseñar…

    Los hombres también tenéis sentimientos y si, quitarse las máscaras y romperlas hacen que te sientas mucho mejor, más conectado contigo mismo y sobre todo, con la capacidad para amarse a uno mismo y a los demás!

    Pero como bien dices, la mayoría de hombres actúan en grupo sin mostrar sus sentimientos, ¿quizás por miedo a lo que dirán los demás?

    Sinceramente, prefiero a un hombre auténtico, que no le teme a sus sentimientos y que tiene esa capacidad como tú, de decir las cosas por su nombre. ¡Enhorabuena!

    1. Gracias por el comentario.
      No sé en qué parte nos dicen que lo mejor es ir por ahí fingiendo no sentir.
      Y de verdad que ahora que soy más «vulnerable» me siento mucho más fuerte y decidido.
      No te dejas influenciar y lo ves todo mucho más claro.
      Un abrazo.

  3. En esta sociedad, nos programan así, los hombres tenemos que ser machos machotes, desde niño te machacan con estereotipos de genero «los niños no lloran» (que se hace con el tiempo extensible todo el genero masculino tengas la edad que tengas) «los niños no juegan con muñecas» y toda esa basura, y el que destaca en otro sentido «no seas maricón» en fin, todo muy falocéntrico. Y es cierto que en parte hemos avanzado… pero solo en parte… nos queda mucho por hacer, porque aún a día de hoy, habrá muchos hombres que lean post como el tuyo y piensen «Que mariconadas» «ahora también feminazis hombres!!!!» pues no, no son mariconadas, no somos feminazis (termino asqueroso inventado por aquellos que quiere mantener su supremacía y sus privilegios machistas) lo que somos es hombre seguros de nosotros mismos, que no nos importa demostrar nuestros sentimientos en publico y en la intimidad y nos hemos liberado (hasta donde hemos podido, porque a veces te das cuenta de que aún te quedan restos) de esa lacra machista con la que nos impregnan desde chicos y tratamos a nuestras parejas como lo que son, iguales a nosotros. Porque para ser un gran hombre, la mujer no tiene que estar detrás nuestra, tiene que caminar a nuestro lado como lo que son, grandes mujeres. Muy valiente tu post, muy ilustrativo

    1. Se me había pasado tu comentario hasta hoy.
      Compartieron un artículo mío en meneame.net y me llovieron tortas por todos lados. Es como predicar para conversos. Quien no quiera ver, nunca va a admitir todos los comportamientos chulescos, tóxicos y gilipollas que nos definen por defecto. Nos los graban a fuego muy dentro.
      Gracias por comentar.

  4. Me ha gustado mucho leerte, es triste, pero es novedoso que un hombre hable así. Me alegra que hicieras el cambio, no me extraña que la escucharas, que te despertaras, es una gran mujer, un torbellino diría, con una fuerza increíble, o eso me parece ahora que la empiezo a ver.
    Soy feliz cuando veo parejas así, devolvéis la esperanza. Felicidades por ser valientes ambos y compartiros.
    Gracias por este texto 🙂

    1. Obviamente mi «cambio» ha sido obra de Eva. Ella me ha abierto los ojos. Sin medias tintas. Sin intentar quedar bien. Diciendo las verdades a la cara. Y no te queda más remedio que abrir los ojos y darte cuenta de todo lo mal que lo has estado haciendo. Gracias por tu comentario.

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