EL HOMBRE PALET

Cómo salí de mi bloqueo laboral y personal

Cómo superé mi bloqueo personal y laboral.

Hoy he compartido en facebook una imagen de hace 8 años.

Llevaba una vida muy diferente a la de hoy.

Trabajaba 35 horas semanales por las mañanas en una importante ingeniería en la isla de la Cartuja de Sevilla. Compaginaba ese trabajo con un buen puñado de clientes tanto de web como de soporte técnico. Era el trabajo que me gustaba. Programación a medida, diseño y maquetación.

El ambiente era genial. Mucha gente joven y muchos buenos ratos al salir de la oficina. No había crisis. Ganaba bastante dinero. Compartía piso con unos amigos en pleno centro de Sevilla. Para un tío de treintaypocos años no se le podía pedir más a la vida.

Conocí a la madre de mi primera hija por esa época. Estaba enamorado. Todo pintaba genial. Al menos sobre el papel.

Porque todo empezó a torcerse sin darme cuenta.

Cada día me costaba más esfuerzo levantarme para ir a la oficina. El trabajo me gustaba, pero no el fin real. Simplemente, desde comunicación, hacíamos ver que la empresa era la hostia de moderna y maravillosa. Y para mi gusto era una empresa familiar venida a más. Con muchos contactos políticos y punto. Era bastante cutre en muchos aspectos. Y no trataba bien a los trabajadores. Estaba completamente desmotivado. Y no sólo con este cliente. Para todos mis otros clientes también me buscaba excusas para “boicotearme” y no dar el 100%.

Empezó la crisis económica y todo se precipitó. Empezaron a caer compañeros como moscas. Todos los viernes hacíamos una fiesta de despedida.

La mía tardó un año en llegar. Me sustituyeron por el hijo de un cliente importante.

Para entonces había descuidado mucho mis clientes. Muchísimo. En menos de un año había pasado de ganar alrededor de 3.000 al mes a quedarme casi ni para pagar el autónomo.

Al menos en lo personal me iba genial. Boda. Embarazo.

Pero tampoco era aquí oro todo lo que relucía.

Gasté casi todos mis ahorros en arreglar el piso para mi nueva familia. Y al año de nacer Paulina ya estábamos separándonos.

En menos de tres años había pasado de vivir en el centro con la cuenta del banco llena a tener que preguntarles a mis padres si mi habitación seguía disponible.

Concatenaba relaciones vacías y “chapuzas” online que apenas cubrían gastos.

En breve sin ahorros, sin clientes y sin una vida de verdad.

Cuando estás perdido intentas buscar respuestas. Pero es que yo ni siquiera sabía las preguntas. Hice un par de caminos de Santiago que dicen que inspira mucho. Por aquel entonces tenía la espiritualidad de un ladrillo. Pero yo no encontré nada. Veía a mis compañeros de camino llorar emocionados al entrar en Santiago. Pero por mis venas sólo corría horchata. No encontraba nada que me emocionara. Estaba vacío.

No podía seguir así. Tenía que hacer algo. Por mi hija. Por mí.

Me volqué en mi hija. Y también la usé de excusa.

¿Qué trabajo puedo buscar si la llevo y la recojo del colegio? Si le tengo que dar de comer y llevarla a las extraescolares. No. Imposible. Mejor ni busco trabajo. Voy a encontrar un proyecto web mágico que me dé dinero sólo, sin hacer nada.

Evidentemente ese proyecto no apareció nunca.

Y pasaban los años. Sí. Años.

Quien sí llegó fue Eva.

Eva tiene una energía que te arrolla a su paso.

Yo al principio me resistía. Los miedos paralizan. Es coger carrerilla para subirse al tren o dejarlo pasar. Esto era cosa seria. Con Eva no valen las medias tintas.

Y me dejé llevar. Más bien arrastrar. Yo no me quería enamorar. Éste no iba a ser un amor de cuento. Al principio no nos teníamos muy idealizados que digamos. Nos conocimos cuando los dos estábamos pasando un momento de mierda. Estábamos muy rotos por dentro. Y personalmente creo que fue ese nivel de sinceridad que te otorga el no tener nada que perder ya lo que nos hizo conectar de manera tan profunda. Sincera. Completa.

Estuvimos meses con miedo a arrancar.

Eva es una visionaria de los negocios. Pero con los negocios de los demás. Con nosotros no había forma de encontrar cómo despegar. Cómo romper con ese parón vital y laboral que nos hacía pensar que igual ya no servíamos.

Intentamos descubrir qué carajo me había tenido lastrado tanto tiempo. Meditación. Tomar conciencia de quién soy, de qué quiero en la vida y sobre todo de a dónde voy con el camino que estaba tomando.

¿Depresión larvada? ¿Exs tóxicas? ¿Miedo a volver a fracasar?

Al final te va a dar igual.

Decidimos que fuera lo que fuera lo que me había tenido lastrado tanto tiempo ya no lo iba a hacer más. Así es que empezamos a trabajar. Los dos. Cada uno en lo que mejor sabe.

Nos inventamos una forma de ganarnos la vida que a veces da miedo. Sobre todo cuando se acerca el fin de mes y hay que pagar la hipoteca, el autónomo y los proveedores. Esa nómina que antes teníamos a cambio de nuestro tiempo se echa de menos. Aunque sólo un rato. Nosotros con nuestra situación personal, custodias compartidas, colegios, no podemos ni pensar en ella.

Después de muchos meses juntos y sin levantar ningún negocio, llegó un día. Un momento. Y fue tan simple como.

¿Y por qué no vuelves a vender hosting?

Al final hacemos clientes y se les ofrecen más servicios. Empezamos por uno, dos y a día de hoy hemos tenido que movernos dos veces a servidores más potentes en lo que va de año. Más de 100 dominios alojados en Induscomp. Y muchos encargos en paralelo. Webs, consultorías, logotipos, cursos. Era algo que teníamos ahí desde el día uno. Pero que no éramos capaces de mover. Esa sensación de darte chocazos por no haber empezado hace un año.

Nada es gratis.

Tenemos que trabajar mucho durante el horario que estamos sin niños. Eso implica robarle muchas horas al sueño o a tener vida social. Sólo familia y trabajo.

Hace muchos años estuve en un call center de Supercable (Ahora ONO). El primer día que entré a trabajar estaba paralizado. Tenía el teléfono delante y no era capaz de darle al botón para capturar la llamada. Pasó por mi lado el único supervisor buena gente que había, cuyo nombre no recuerdo y me miró, me sonrió y le dio al botón de descolgar.

Buenas tardes. Supercable soporte técnico, le atiende Alfonso, ¿en qué puedo ayudarle?

A partir de ahí todo iba rodado. Llamada tras llamada.

Pues creo que en despegar con el negocio viene siendo lo mismo. Tienes que coger esa primera llamada. No esperes el momento perfecto. Seguro que la primera no sale del todo bien. Pero la segunda y la tercera irán mejor.

Hagas lo que hagas no te quedes como yo. Parado. Delante de la vida. Sin descolgar el teléfono durante años. Nada ni nadie merece tanto la pena.

Te están llamando.

Cógelo.