EL HOMBRE PALET

El día que decidimos rebelarnos

Escribo desde el móvil, de madrugada en la cama. Mi mujer duerme intranquila a mi lado. Yo estoy nervioso como un flan porque en unas horas deberíamos estar en un hospital. Forzando el nacimiento de Matilde. Inducción. Por imposición de un señor doctor que no nos conoce. Que no sabe absolutamente nada de nosotros, pero que quiere ponerle fecha al nacimiento de segunda hija. Todo esto lo explico mejor en mi post anterior.

Mi mujer está completamente desconectada. Sigue sin créerselo. Éste no es el final de embarazo “tranquilo” que queríamos tener. Así no se puede relajar. Demasiada adrenalina, antagonista de la oxitocina que necesita Matilde para nacer.

Y es precisamente en estos momentos en los que la ansiedad lo embarga todo en los que tomas conciencia de lo que es ser pareja.

Hoy hemos tenido el momento más íntimo de nuestro embarazo.

Nos gusta hablar y solventar si hay algo pendiente de nuestro día a día en la cama. Desnudos. Abrazados hasta con las piernas. Sin aire entre nosotros. No queremos irnos a dormir si hay algo que no tengamos del todo claro. Y esta es nuestra forma de hablar con el corazón en la mano.

Hoy estaba claro que el tema pendiente era y qué pasa mañana. ¿Estamos seguros de rebelarnos y no ir a la inducción de Matilde?

Puede parecer que si lo tenemos tan claro no hay duda posible. Dices tranquilamente. “No vamos”. “No hay inducción que valga. Matilde saldrá cuando le toque.”

Pero tienes miedo.

Quedan pocas horas para estar supuestamente en el hospital. Como el que va a quitarse el apéndice. Y ya está. Te aseguras que Matilde estará aquí mañana o pasado. Y casi con toda seguridad perfectamente sana.

¿Entonces por qué no vamos?

En ese momento recuerdo el nacimiento de Paulina. Inducción. No salía. Cesárea.

¿Por qué tuvo mi ex pareja que someterse a una intervención quirúrgica? ¿Realmente eres necesario? ¿O quizá nos podríamos haber ahorrado todo ese mal trago?

Nosotros nos lo ahorramos.

No vamos mañana.

Ya iremos de urgencia en unos días cuando Matilde quiera salir.

Pero dudas.

¿Si pasa cualquier cosa por esperar, serías capaz de perdonártelo?

Miedo.

Ese horrible consejero que no te deja hacer las cosas bien.

Que te hace perderte media vida esperando y no haciendo nada, no sea que pase algo.

Muy mala compañía.

Pero esta noche. En nuestro momento íntimo, hablando acerca de mañana, éramos tres en la cama. El “amigo” miedo quería dar su opinión.

Eva está desconectada completamente. Así es que me toca a mí, abrazando su cuerpo por detrás, recordarle lo maravilloso de estar embarazada. La magia dentro de su cuerpo que surgió del amor.

Abrazo a Matilde también. Responde poniendo tensa la barriga de su mamá. Yo creo que nos escucha y nos entiende.

No hay nada en todo el planeta comparable a estar creando una vida dentro de tu propio cuerpo. Es pura magia. No podemos permitir que factores humanos externos y estúpidos te impidan disfrutarlo al 100%.

Yo sé que Eva me escucha. Yo sé que siente mi cuerpo desnudo pegado al suyo. También sé que la ansiedad la tiene sumida en una versión completamente desconocida para mí de ella.

Pero mientras le susurro al oído palabras de amor y magia siento cómo su cuerpo va cediendo. Va poco a poco cayendo en un profundo sueño. Y yo siento el orgullo de haber estado ahí reconfortando a mi mujer cuando de verdad necesita sentirse apoyada.

Eva, mi vida.

Estoy aquí.

A tu lado.

Este es mi sitio.

Esta noche y todas las demás.

Te amo.